Crítica Intocable: Lecciones para hacer buen cine comercial

8/10
En ocasiones, las historias que nos conmueven hallan su grandeza en la sencillez que las inspira. O eso es lo que debieron creer Olivier Nakache y Eric Toledano cuando vieron el documental sobre la vida de un tetrapléjico y su particular relación con su cuidador. De ella obtuvieron la inspiración para llevar a la gran pantalla la historia que ha encandilado a millones de espectadores en toda Europa, convirtiendo la película en el gran evento cinematográfico del año. 
La tierna comicidad que desprende la amistad entablada contra todo pronóstico entre Philippe, un rico aristócrata que tras un accidente en parapente vive postrado en una silla de ruedas sin mayor autonomía que la que le confiere su sensibilidad de cuello hacia arriba, y Driss, un joven de la periferia que acaba de salir de la cárcel y necesita realizar una entrevista de trabajo para obtener el subsidio de desempleo; hacen de la película una emotiva experiencia con trasfondo social que no cesa de conquistar a espectadores. Tras permanecer durante diez semanas consecutivas en el número uno de la taquilla francesa atrayendo a las salas a más de 18 millones de personas (se convierte así en la segunda película con mayor recaudación en la historia del país), Intocable ha emprendido su itinerario por el resto de países europeos prolongando un éxito de público que parece no tener límites. 
En España, la película desembarcó en su primera semana de exhibición en el segundo puesto de la taquilla con una recaudación de algo más de 1,3 millones de euros, cifra que ha crecido exponencialmente en las dos semanas posteriores, en las que se ha mantenido como la opción más vista por el público español, hasta alcanzar los 5,5 millones de euros. 
Los ingredientes del filme de Nakache y Toledano se basan en una historia sencilla sobre la amistad y el afán de superación, la trasgresión de los prejuicios raciales inherentes a las sociedades europeas, una certera construcción emocional de los personajes tanto principales como secundarios, la complicidad desbordante de los actores que encarnan a Philippe (Francois Cluzet) y Driss (Omar Sy), y la recreación de una atmósfera cargada de vitalidad, alegría y humor. 
 La trascendencia cosechada por la película en su país de origen ha sido tal que el 52% de los franceses la han votado como el mayor evento cultural del año superando, entre otras obras, a la unánimemente aclamada a nivel internacional The Artist, un hecho que muestra el excelente estado de salud del cine francés tanto entre la crítica especializada como entre público. 
En el caso de Intocable, sus responsables logran salvar la exigua franja que separa el melodrama edulcorado y el delicioso canto a la vida que es en realidad  la película a partir de una conseguida empatía con el público, que logra identificarse con los actos y emociones de sus dos protagonistas principales gracias a la complicidad que se desprende entre ambos y la sinceridad de los sentimientos que transmite.
Intocable, al fin y al cabo, es una película concebida por y para el goce del público, y no se avergüenza en demostarlo en cada una de las secuencias de la trama. Los franceses lo han vuelto a conseguir; nos han regalado unas cuantas lecciones de cómo hacer buen cine sin obviar a una parte importante de los espectadores que acuden a la sala sin mayor objetivo que el de pasar un rato agradable en compañía de una dupla irrepetible

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