[Crítica] Las brujas de Zugarramurdi

6,5/10

Álex de la Iglesia ha vuelto. Regresa a sus orígenes con una película alocada, surrealista, divertida y muy resuelta que recuerda el frenetismo de sus primeras obras tales como Acción mutante o El día de la bestia.
Mario Casas y Hugo Silva protagonizan esta nueva incursión del realizador bilbaíno en el terreno que, demostrado queda, mejor se le da: la comedia negra. Con un guión frenético, plagado de humor, reconocemos la coronación de Mario Casas y la desenvoltura de Hugo Silva en un papel de tal magnitud. Ambos se erigen como protagonistas absolutos de esta cinta sin desperdicio ninguno que comienza con un descacharrante atraco en la Puerta del Sol para culminar, de una forma absolutamente surrealista, en una cueva de brujas en el navarro pueblo de Zugarramurdi. La película constituye también un sonoro reportaje sobre la leyenda de las brujas de aquel municipio y las viejas historias que pululan por aquellos lares.
Con la interpretación secundaria de Carmen Maura, Terele Pávez, Enrique Villén, Macarena Gómez, Pepón Nieto, Secun de la Rosa y Carolina Bang, Las brujas de Zugarramurdi es uno de los mejores entretenimientos de los que podemos disfrutar en la cartelera actual y, de paso, apoyar al cine español con uno de sus realizadores más prolíficos.
Tras el paso de Álex de la Iglesia por el drama social en La chispa de la vida, retorna al género que le vio nacer, crecer y desarrollarse como director. La trayectoria del director siempre ha estado plagada de mucha sangre, violencia bizarra y desenfreno. Véase si no, los ejemplos que encontramos a lo largo de su filmografía. El día de la bestia, La comunidad, 800 balas, Muertos de risa o Balada triste de trompeta contienen algunos de los elementos clave del cine de Álex de la Iglesia.
En Las brujas de Zugarramurdi, somos perfectamente conscientes de que la película no hay que tomársela en serio. Estamos ante un despropósito enérgico y sin parangón en los últimos tiempos de cine español. También ante uno de los mejores arranques de la filmografía de su director. Como se ha podido afirmar en uno de los múltiples encuentros con el equipo desde que se lleva promocionando la película, Las brujas de Zugarramurdi es un cruce entre La matanza de Texas y Los Goonies o, incluso, Abierto hasta el amanecer. Ojo al dato.
Ir a ver la última de Álex de la Iglesia es acercarse al cine a divertirse, a no parar de reír, a observar a Mario Casas realizando un magnífico papel (todo hay que reconocerlo), a evadirse sin tomarse en serio lo que está sucediendo y, en definitiva, a divertirse de una manera ligera, sin pretensiones ni malas sensaciones. Una obra tan interesante como intrascendente, tan surrealista como divertida.

[Retrospectiva Woody Allen] Misterioso asesinato en Manhattan

9/10

Misterioso asesinato en Manhattan reúne el sentimiento de unos amigos por reunirse, trabajar duramente para sacar un guión y construir una de las mejores comedias de aquel que encabeza magistralmente el reparto. Woody Allen consigue deleitarnos de nuevo con una de sus más grandes comedias sin olvidar uno de los fondos de suspense más espectaculares con los que podemos encontrarnos.
Y es que esta cinta, rodada y estrenada en 1993, de nuevo pone de manifiesto la capacidad de Allen para introducirse en terrenos que, aunque le son desconocidos de manera usual, los aborda con una capacidad narrativa sobresaliente. Una cinta de suspense en la que no podemos parar de reír es, cuanto menos, una de las paradojas más perfectas jamás encontradas.
Con un reparto a cual más singular, Woody Allen se hace deudor de uno de los mejores homenajes que veremos en su cine. Orson Welles y su La dama de Shanghai, con el magistral final en aquella sala de los espejos donde Welles y Allen dan por finalizadas sus respectivas, y sobresalientes, tramas. En esta ocasión nos encontramos con una pareja de mediana edad que, al llegar una noche de vuelta a casa, se enteran de que su vecina acaba de fallecer de un infarto. No obstante, Carol (magistral Diane Keaton) decide investigar por su cuenta mientras su marido se mantiene al margen. Con la ayuda de dos conocidos, intentarán dar caza al asesino mientras arriesgan sus propias vidas. 
Con esta sinopsis, parece que estamos ante una cinta del mejor cine negro que la Historia nos puede ofrecer. Sin embargo, y con referencias continuas a Perdición de Billy Wilder, Woody Allen se erige como un personaje poseedor de las frases más míticas de toda su filmografía. Y es que quien no recuerda que “si escucho tanto a Wagner, me entran ganas de invadir Polonia.” O aquellas que rezan, en medio de un ascensor:

- “Aprieta algo. Que se acabe. Esto no me gusta. Voy corriendo por el campo. Veo inmensas praderas. Veo un semental, soy un semental.” 
- “No me asusto, no me asusto. Voy a rezar el rosario.
- “Oh, dios mio. Claustrofobia y un cadáver. ¡El colmo de un neurótico!

¿Qué puedo decir ante tal demostración de humor introducido en el clímax de suspense de la película de manera tan sublime? Esto no es más que una prueba del buen hacer de Allen en el cuidado aspecto narrativo de sus cintas. Sin embargo, y para agilizar el ritmo de la película aumentando nuestra sensación de suspense, el cineasta decide volver a coger la cámara al hombro (como ya hiciera el año anterior en Maridos y mujeres) e introducirnos de lleno en la trama como si fuéramos cómplices de cada acción que van cometiendo los protagonistas. 
Un guión bien tensado, sostenido por la gran Diane Keaton (quien volvía a trabajar con Allen 14 años después de Manhattan y a la que nunca debió sustituir), un siempre correcto Alan Alda y una Anjelica Huston, cuyos primeros minutos parecen dejarla al margen de la trama pero que termina protagonizando una de las escenas clave, y no por ello más divertidas, de la película.
Misterioso asesinato en Manhattan es una de las comedias mayores de Woody Allen. Una película con la que todos los públicos disfrutarán hasta niveles insospechados. Es imposible no contagiarse con la neurosis de Allen ni con la curiosidad de Keaton. No se pierda por nada del mundo la oportunidad de ver por primera vez, o repetir en su caso, esta magnífica experiencia.

[Retrospectiva Woody Allen] Annie Hall

9,5/10

Si uno no ha visto la posterior masterpiece de Woody Allen, seguramente compartirá la opinión que dictamina la sobresaliente forma de expresar, de la forma más certera, problemas tan cotidianos que apenas nos damos cuenta que se suceden. Pero, ¿por qué Annie Hall no alcanza el nivel de Manhattan? Se queda realmente cerca y, aunque la trama es prácticamente similar, hay aspectos que influyen en una subjetividad algo negativa a la hora de valorar la película.
Si la pareja protagonista está sobresaliente, no podemos decir lo mismo de los secundarios. Woody Allen cuenta con Tony Roberts o Shelley Duvall y los desaprovecha en su intento por cuadrar las piezas que no van a encajar. Por si fuera poco, un ligero cambio de ritmo hacia el final de la película no convence demasiado y se puede llegar a perder el interés por lo que sucede. Durante poco tiempo, pero se pierde.
Sin embargo, Annie Hall merece pasar a los libros de Historia del Cine sobre todo por el dominio de la técnica del que hace gala su director. Un alarde de montaje impropio de la época y que sorprendió gratamente a quienes pilló por sorpresa en aquellos tiempos. Por si fuera poco, Woody Allen se salta las leyes de la narrativa cinematográfica y nos narra en primera persona diversas situaciones que le suceden en su vida diaria. El ejemplo más claro es el que ilustra el magnífico y panegírico prólogo y la mítica escena de la cola del cine. En estos veinte minutos iniciales, observamos dos de las mayores influencias de Allen a la hora de hacer cine: Ingmar Bergman, a través de un cartel de su película Cara a cara; y Federico Fellini, a quien el deplorable hombre de la cola del cine está poniendo a caldo mientras empapa de saliva la nuca de nuestro protagonista. Momento previo a la gloriosa aparición de Marshall McLuhan para sentenciar tan épica secuencia.
El guión es una de las maravillas mejor escritas por Woody Allen. Cada sentencia de la película es una pequeña parte de la vida diaria. No nos damos cuenta de que todo lo que se narra sucede a nuestro alrededor hasta que lo escuchamos por boca de otro. La neurosis de la que hacen gala sus protagonistas es un elemento que provoca el nerviosismo necesario para hacer reír y comprender que la vida no está llena más que de pequeñas cosas que se convierten en grandes problemas.
Es imprescindible, aunque nos encante el doblador en castellano de Woody Allen, ver Annie Hall en su versión original. Sólo así lograremos captar la seriedad de lo cómico en esta vida. Lo cómico de la muerte, lo cómico del sexo, lo cómico de tener pareja. La vida es una sucesión de gags, algunos dolorosos, otros agradables. Y Woody Allen es experto en diagnosticarnos hasta el último punto de fricción en la paz más absoluta de nuestro paso por la vida. Con Annie Hall tenemos un documento impagable que debemos agradecer para siempre.

[Retrospectiva Woody Allen] Manhattan

10/10

Hoy quiero hablaros sobre la dimensión global, sentimental y emocional del cine. Yo, que pertenezco a la generación del digital, me he privado de ver numerosos de mis clásicos favoritos en la gran pantalla. Daría todo lo que tengo por poder ver Vértigo, La noche de la iguana, 2001: Una odisea del espacio, Barry Lyndon, La jauría humana o Con la muerte en los talones en una sala de cine. Escuchando el lento rugir del cinematógrafo creando la ilusión del movimiento en imágenes. Contemplando la suciedad de la película, sintiendo cada fotograma como si fuera mío, como si fuera parte de mi persona.
Ayer tarde, en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, tuve la ocasión de transportarme hasta finales de los años 70. Una época en la que Woody Allen ya hacía de las suyas y conseguía encumbrarse en el Olimpo de los dioses del cine gracias a su declaración de intenciones en Annie Hall, que sentaría las bases del futuro de tan genial cineasta y psicólogo. Sin embargo, el momento más emotivo llegó después, en el preciso instante en que se apagaron las luces y el prólogo de Manhattan apareció ante mis ojos. Entonces, cuando el Rhapsody in Blue de George Gershwin, dirigido por Zubin Mehta e interpretado por la Filarmónica de Nueva York, comenzó a alumbrar mis retinas, me sentí invadido por una nostalgia inexistente, de aquella época a la que nunca asistí.
Woody Allen, con su particular forma de ver la vida, nos dirige su particular homenaje a la ciudad de Nueva York, aquella que le vio nacer, crecer, desarrollar su intelecto y su, recurrente pero necesario, “potencial sexual” del que alardea constantemente. Manhattan es una película redonda, quizás la única obra maestra a la que puedo considerar adherirme de su primera etapa como cineasta. Allen recurre de nuevo a los mismos temas que ya ilustró en anteriores películas pero lo hace tomando como referencia a su propia ciudad para crear el caldo de cultivo intelectual que plantea en esta obra cumbre de su cine. El prólogo, de algo más de tres minutos de duración, es una de las joyas más auténticas de la Historia del Cine. Pocas veces hemos visto describir el sentimiento que desprende una ciudad con tanta solemnidad y majestuosidad como lo hace Woody Allen en esta ocasión.
Para ello se rodea de un reparto ejemplar. Desde una sorprendente y poco explotada posteriormente Mariel Hemingway, la gran Meryl Streep, un Michael Murphy sobresaliente hasta terminar con mi propia debilidad en las películas de Allen: Diane Keaton. Y es que hay algo que jamás podré perdonarle al cineasta neoyorquino. Robarnos a su musa, aquella que le dio las mejores interpretaciones en sus mejores años. Sustituir en su vida y su trabajo a Keaton por Mia Farrow es algo que duele. Y mucho.
Ingmar Bergman, Federico Fellini, Sigmund Freud, Franz Kafka, Chomsky, Van Gogh o Mozart son algunas de las referencias que Allen introduce en este retrato en movimiento de la compleja relación que se construye alrededor de un escritor de televisión cuya relación con una joven de 17 años comienza a perder sentido para él al enamorarse de la chica con quien su mejor amigo tiene una aventura. Aunque, previamente, ha estado casado y tiene un hijo con una mujer que lo ha abandonado por otra mujer y, la cual, escribirá un libro con todo lujo de detalles sobre su matrimonio. Todo ello narrado en poco más de hora y media con una complejidad intelectual digna de sus mejores trabajos y con un componente mordaz y sarcástico impresionante.
Manhattan evoca en muchos aspectos a Annie Hall. Y es que, realmente, es la misma historia. Sin embargo, el telón de fondo que Woody Allen escoge para ambientar su epopeya neoyorquina, la espectacular banda sonora y una emotiva fotografía en blanco y negro nos llevan a concluir que estamos ante la obra magna absoluta del cineasta. Nada sobra. Todo tiene su intrincado sentido. Es un puzzle en el que encajan todas las piezas. Si quiere emoción, Manhattan es su película. No olvide abrir la boca ante el maravilloso final de la película, en el que Woody Allen se hace dueño y señor de las calles de su ciudad mientras corre para encontrar el amor verdadero. No lo olvidará jamás.

[Retrospectiva Woody Allen] El Círculo de Bellas Artes de Madrid organiza un ciclo dedicado al cine de Woody Allen

 
Septiembre será un mes clave para los madrileños y amantes del cine del director, guionista y actor neoyorquino Woody Allen. Desde ayer, 5 de septiembre y hasta el próximo 6 de octubre, el Círculo de Bellas Artes propone un repaso por las películas más importantes de tan ilustre cineasta.
La programación organizada por el Cine Estudio contemplará el visionado de nueve de sus mejores películas además de la exhibición del exitoso documental sobre la vida del cineasta. De cada una de las nueve películas habrá un total de cinco pases repartidos en todo el mes que dure este ciclo y la entrada tendrá un coste general de 5,50 euros, excepto para poseedores del Carné Joven, los mayores de 65 años y los socios del Círculo de Bellas Artes, cuya entrada costará 4 euros. Además, si el interés es de ver la gran mayoría de las películas, la mejor opción es comprar el bono de 5 sesiones por 18 euros. Todas las proyecciones son en 35 mm excepto el documental, que se exhibe en formato digital. Además, y para un mayor disfrute, todas serán en versión original subtitulada. Es decir, una experiencia irrepetible.
La lista de las películas que se proyectarán en el Cine Estudio dedicado a Woody Allen son las siguientes:
 
- El dormilón: Tras permanecer 200 años en estado de hibernación, Miles Monroe, clarinetista y propietario de una tienda de comida sana, despierta en el año 2.174 en una América regida por un estado policial que vigila día y noche a todos los habitantes del país, es decir, a aquellos que habiendo sido ciudadanos han dejado de serlo para convertirse en súbditos, en autómatas. (FILMAFFINITY)
- Annie Hall: Alvy Singer, un tipo algo neurótico, trabaja como humorista en clubs nocturnos. A sus 40 años, tras romper con Annie, su última novia, reflexiona sobre su vida, rememorando sus amores, sus matrimonios, pero muy en especial su relación con Annie, a la que conoció en una cancha de tenis. Al final, llega a la conclusión de que son sus manías y obsesiones las que siempre acaban arruinando su relación con las mujeres. (FILMAFFINITY)
- Recuerdos de una estrella: Sandy Bates, director de cine especializado en comedias, asiste a una revisión de su obra en un hotel de la costa. Mientras a su alrededor todo el mundo quiere conocerlo y colmarlo de halagos, Bates se refugia en su interior para repasar los instantes más significativos de su vida sentimental y encontrar un sentido a su vida dentro de un mundo que cada vez le resulta más extraño e inhóspito. (FILMAFFINITY)
- Broadway Danny Rose: Un restaurante de Broadway es el centro de reunión de un grupo de actores que intercambian viejas anécdotas sobre el mundo del espectáculo. Conforme la conversación avanza, recuerdan a Danny Rose, el representante de algunos de los artistas más desastrosos del gremio, el cual, en una ocasión, llegó a jugarse la vida para relanzar la carrera de un cantante pasado de moda. (FILMAFFINITY)
- La rosa púrpura del Cairo: Mientras Cecilia trabaja como camarera en Nueva Jersey, su marido se dedica a hacer el vago. Su única distracción es el cine, al que va una y otra vez para evadirse de la dura realidad y soñar con un mundo de champagne, trajes de noche y fiestas elegantes. Una noche, el protagonista de su película favorita, "La rosa púrpura de El Cairo", se fija en ella y atraviesa la pantalla para conocerla. (FILMAFFINITY)
- Hannah y sus hermanas: Tres hermanas de caracteres muy diferentes, hijas de un maduro matrimonio de actores, mantienen entre sí una estrecha relación. La mayor, Hannah, la que tiene un carácter más fuerte, está casada con un rico empresario y su vida parece equilibrada, perfecta. Actriz de éxito, esposa y madre ejemplar, se ha convertido en el centro de gravedad de toda la familia. Holly, la segunda, sensible e inestable, sueña con ser actriz. Lee, la pequeña, es una ex-alcohólica que vive en una buhardilla del Soho con un pintor minimalista mucho mayor que ella. Mucho menos afortunadas que Hannah, suelen recurrir a ella cuando necesitan consejo o tienen problemas económicos. Pero esta situación comienza a tambalearse cuando Elliot, el marido de Hannah, se enamora de una de las hermanas de su mujer. (FILMAFFINITY)
- Días de radio: Son los años 40, la era dorada de la radio, y los peculiares miembros de una familia trabajadora de Nueva York viven con el receptor permanentemente encendido. La música, los seriales lacrimógenos, las historias de superhéroes, los concursos, las crónicas de la alta sociedad y las leyendas sobre estrellas deportivas les sirven para ser un poco menos infelices y engarzan un anecdotario nostálgico de una época irrepetible. (FILMAFFINITY)
- Delitos y faltas: Judah y Clifford son dos hombres enfrentados a sendos dilemas morales de diferente gravedad. Cuando Judah, un reputado oftalmólogo, pretende poner fin a su relación extraconyugal, su amante lo amenaza con arruinar su vida contándoselo todo a su esposa; según su hermano Jack la única solución es asesinarla. Por su parte, Clifford es un director de documentales que se ve obligado a rodar una película sobre su cuñado, al que desprecia. (FILMAFFINITY)
- Woody Allen: el documental: Recorre toda la carrera de Woddy Allen, film por film, a través de clips y numerosas entrevistas a actores, escritores, fotógrafos, directores, productores y a él mismo, acompañándolo en su rutina diaria, en su estudio, por las calles de Brooklyn, en su antigua casa y en el colegio de su infancia. (FILMAFFINITY)

[Retrospectiva Woody Allen] Sueños de un seductor

8/10

Estamos ante los primeros años de Woody Allen. Nos hallamos ante su sexta película en la que se empieza a coronar como uno de los reyes de la radiología psicológica del ser humano. Cada frase que se pronuncia en esta obra, escrita para el teatro por el propio Allen e interpretada previamente en las tablas por el trío protagonista, representa una parte de nuestra propia realidad.
Con ello, no debemos sentirnos identificados con la patosa exageración del típico hombrecillo resuelto pero con poco éxito entre las féminas que nos plantea Allen de manera magistral. Debemos recurrir a nuestros sentimientos de juventud, cuando conquistábamos a nuestras parejas, donde el amor fluía vertiginosamente casi al punto del infarto, parafraseando al propio autor. 
Acompañado de Diane Keaton, primera musa y pareja de Allen por aquellos días, así como de Tony Roberts, Sueños de un seductor contiene un emocionado y sentido homenaje al cine dentro de sus líneas. Y es que empezar una película con el final de una obra imperecedera como Casablanca y culminar la función imitando hasta el más puro detalle (salvando las distancias, objetivamente) a la cinta de Michael Curtiz es algo valiente y al alcance de muy pocos. Y si, a todo ello, le sumamos el divertido homenaje que Allen le hace a la personalidad de Humphrey Bogart, obtenemos uno de los resultados más satisfactorios de toda la filmografía de Woody Allen. 
La hilaridad y surrealismo con la que están presentadas todas las secuencias de la película nos ayudan a comprender la idiosincrasia en la que se mueve su guionista y director. El amor, el sexo, las relaciones de pareja, la autocompasión, la autoestima, la infidelidad, el divorcio, los celos son términos que siempre se hallan de manera recurrente en el cine de Allen. Sueños de un seductor se encuentra, cronológicamente hablando, entre Bananas y Todo lo que siempre quiso saber sobre el sexo pero nunca se atrevió a preguntar. Es decir, en pleno apogeo de su vis cómica e intelectual. 
Perder la oportunidad de acercarse a Sueños de un seductor es un craso error. Quizás no aparezca entre sus obras mayores pero sin duda es la definitoria que abrirá la puerta a un estilo de hacer cine inimitable, que ha perdurado a lo largo de las décadas. Quizás no esté producida por Metro Goldwyn Mayer ni se encuentre dentro de los packs que nos venden en las grandes superficies. Pero esta pequeña joya, obra de un inquieto cineasta, debe ser de obligado visionado a todo amante de la neurosis de Allen, el humor de calidad y del cine en general.

[Retrospectiva Woody Allen] Granujas de medio pelo

6,5/10

Estamos ante una de las comedias más divertidas y atractivas de que Woody Allen rodó en los años 90. Y es que estos granujas, todos ellos sin distinción, retratan al ser humano en su vertiente más sacra, más auténtica. Aquella por la que, sin escrúpulos, nos limitamos a actuar como carroña intentando limpiar a nuestro semejante a ser posible de todo el dinero, bienes e influencias que pueda poseer.
Woody Allen nos trata como buitres, poniéndonos en el lugar de una banda de atracadores que consigue montar un negocio muy alejado de su propósito inicial y hacerse millonarios gracias al buen hacer de una hilarante, aunque algo sobreactuada, Tracey Ullman. Mientras el dinero la corroe, su matrimonio irá en plena caída abandonando a su marido en favor de la crapulencia y la supuesta elegancia que le otorga su nuevo amigo, quizás el personaje más interesante de la película, con la piel de Hugh Grant. El actor inglés interpreta a un elegante caballero, fino en sus maneras, ignominioso en sus intenciones, que pretenderá alzarse con todo el imperio del que su nueva conquista es poseedora. 
Comedia ácida, inteligente, con los diálogos que atesora de manera imborrable el genio de Woody Allen. Granujas de medio pelo gana con el paso del tiempo. La época en la que Allen decidió cambiar de montura de gafas es aquella en la que nos dio una de cal y otra de arena. Con un planteamiento de lo más absurdo, la película se va enriqueciendo a sí misma a medida que se suceden las más surrealistas situaciones (véase la secuencia en la que el policía decide unirse al grupo). 
Siempre con un cuidado extremo en la elección de sus bandas sonoras, de nuevo aquí nos encontramos con tesoros del jazz y el blues, que van acompañando la hilaridad de los personajes, de los granujas que merodean de manera miserable por la condición humana. Granujas de medio pelo nos recuerda que la gente busca siempre su propio interés sin pensar en el que tiene alrededor. Es por eso que el personaje de Hugh Grant merece un estudio aparte, extrapolándolo de una forma genérica a casi cualquier situación de la vida cotidiana. Los lobos con piel de cordero a los que no se les ve venir pero que permanecen ahí, impasibles ante lo que sucede y expectantes a la hora de asestar su golpe. 
Tan inteligente como real, tan despiadada como surrealista, Woody Allen sabe encontrar la medida al tazón que compone Granujas de medio pelo. Muy pocas cosas sobran y muy acertado está su director en todos sus planteamientos dejándonos un poso de humor mezclado con la mala uva de alguno de sus personajes. Absolutamente imperdible. 

[Retrospectiva Woody Allen] La comedia sexual de una noche de verano

6,5/10

Hay cineastas que no esconden sus referencias a la hora de producir sus películas. Es el caso de un Woody Allen que bebe directamente, en esta y en ocasiones que ya veremos, de uno de los cineastas más importantes del viejo continente: el sueco Ingmar Bergman y el dramaturgo inglés William Shakespeare. Para su fábula campestre, toma prestadas diversas licencias de una de las obras más recordadas de Bergman, Sonrisas de una noche de verano, que a su vez, trastea en una de las obras inmortales del literato inglés.
En ella, nos encontramos una confrontación directa de las premisas básicas del cine de Allen. El sexo, la pareja y sus problemas cotidianos, las infidelidades, la amistad e incluso la ansiedad ante el matrimonio parecen temas recurrentes en sus películas pero resultan renovadas en cada uno de sus metrajes. Para esta ocasión, Allen vuelve a rodearse de dos de sus habituales: Mia Farrow y Tony Roberts, a quien ya hemos visto, entre otras, en Annie Hall y Sueños de seductor
Esta fábula idílica, acerca de un peligroso fin de semana en el campo, que termina trastocando los planes de los protagonistas, no sorprende en un primer visionado pero consigue embaucar en un segundo, aún más sabiendo los referentes directos, tanto cinematográficos como literarios de que se nutre su director para tejer esta comedia romántica de enredos. Puede parecer que la teatralidad de Shakespeare ha quedado escondida y que la firmeza narrativa de Bergman se ha ocultado bajo la máscara de humor de un Woody Allen que saca punta a toda situación que se le presente. Frases hirientes, cortantes, reales como la vida misma son las que nos pone de manifiesto un maestro irrepetible en una película considerada como menor pero con bastantes puntos a favor para ser una de sus obras más personales.
Con la banda sonora de Felix Mendelssohn, el cineasta explora los instintos más básicos del ser humano y los confronta unos con otros en una jaula natural que se opone al concepto de libertad (tal y como entendemos estar en un bosque alejados de cualquier mundanal ruido). Deliciosos intervalos musicales dan paso a cada uno de los actos en los que se divide la película, comedia al principio, pseudo-tragedia al final, para intentar vislumbrar qué parte del intelecto domina al hombre más sabio, quién persiste más en conseguir sus objetivos o cuál de los comensales da la sorpresa mayor. José Ferrer y Mary Steenburgen dan la réplica a los protagonistas en una película ligera y sin mayores pretensiones.

[Retrospectiva Woody Allen] Poderosa Afrodita

7,5/10

Obra mayúscula dentro de la filmografía enmarcada en los años 90 de Woody Allen en la que nos encontramos una premisa básica y muy sencilla. Un matrimonio decide adoptar un niño que, con el paso de los años, irá demostrando sus dotes intelectuales sorprendiendo incluso a sus propios padres. Anonadado ante las capacidades de su hijo, el personaje de Woody Allen luchará por encontrar a su verdadera madre, con sorpresas incluidas. 
La película podemos resumirla en una simple cuestión. Una actriz, coronada por un único papel, consigue embaucar a crítica y público con una interpretación formidable (castigada por el doblaje en español) que la llevó a conseguir el Oscar a la Mejor Actriz en 1994. Los múltiples nombres de Mira Sorvino en Poderosa Afrodita y los múltiples matices que dejaba el rastro de su personaje nos hacen fijarnos en ella antes de cualquier otra cosa a la hora de analizar tan mítica película. 
Y es que la sola razón de intentar vislumbrar el trato que Woody Allen le otorga como director, guionista y protagonista de la película a su partenaire nos hace pensar en la delicadeza del personaje de Sorvino, una prostituta con aparente poca inteligencia, que sólo quiere seguir adelante y encontrar su sitio en el mundo. Quiere luchar por encontrar el amor y alguien que realmente sepa valorarla, y eso es lo que Allen nos hace sentir precisamente por ella como espectadores. Dejamos de verla como actriz de cine porno, nos olvidamos de sus nombres (a cual más explícito) y nos ponemos en su pellejo, sentimos como ella. Cualquier cosa que suceda fuera de la historia que nos propone Allen alrededor de Mira Sorvino no posee el mismo interés. 
Es por eso que, desafortunadamente, se nota la dejadez del personaje de Helena Bonham Carter, quizás lo más desaprovechado de la película. Sin embargo, Allen es consciente de ello y nos ofrece uno de los personajes más poderosos, emocionalmente hablando, de toda su carrera cinematográfica. Y cual abeja, revoloteando alrededor de su nuevo descubrimiento, se encuentra precisamente el padre de la criatura. Un Woody Allen en estado de gracia a quien los acontecimientos nunca parecen superar. Alguien que, pese a su neurosis crónica, controla cada aspecto de su vida hasta tal punto de caer en lo que todos, de una forma u otra, hubiésemos hecho. Woody Allen protege a la más débil, tanto que incluso traspasa una cierta delgada línea roja. El encuentro final, maravillosamente narrado por F. Murray Abraham y su corte de actores griegos, es uno de los momentos más sublimes de toda la filmografía de Allen. 
Que, por cierto, mención aparte merecen los insertos clásicos de teatro dentro del metraje de la película. Sin este homenaje al teatro clásico, Poderosa Afrodita no tendría ningún sentido. Y, por favor, no se pierdan el último número musical. El ánimo queda renovado al terminar la película. Ya nada volverá a ser lo mismo.