[Crítica] Turbo

6,5/10

El primer largometraje oficial de David Soren, tras su paso por los cortos navideños y románticos de la saga Madagascar, es una aventura muy simpática en su planteamiento y con un componente de diversión óptimo para los más pequeños de la casa. Además, en algo que sucede últimamente, el uso del 3D está totalmente justificado a la hora de disfrutar de la alta velocidad que propone el desarrollo del metraje.
Uno de los elementos que le otorga más autenticidad a la película es el carisma del personaje protagonista, un joven caracol que vive por y para las carreras de coches. Su sueño es acabar corriendo con Guy Gagné, su ídolo del automovilismo y con quien desea con todas sus fuerzas batirse en duelo. Con este gasterópodo vivimos la idea principal, desarrollada de manera surrealista, en la que Turbo escapa del jardín donde vive con sus amigos y familia para acabar en una autovía sorteando los peligros de la velocidad. Sin comerlo ni beberlo, su diminuto tamaño le hará introducirse por accidente en el motor de un coche y acabar “intoxicado” por el óxido nitroso, al más puro estilo Need For Speed.
Los más pequeños de la casa disfrutarán, insisto, aún más del 3D gracias a la espectacularidad de las escenas de velocidad, rodadas con nervio, brío y con un montaje muy destacable en la que no faltará la emoción. Sin embargo, y si algo bueno tiene la película también es el mensaje positivo que transmite desde el primer minuto. Hay que perseguir los sueños incansablemente; lo que uno se propone, tiene que pelearlo y conseguirlo por mucho que nos pongan obstáculos por delante. Si nuestros hijos, nietos, sobrinos o amigos más peques son capaces de hallar y comprender este mensaje que comunica Turbo, recuperaremos el valor del cine de animación para la infancia.
Con las voces, en versión original, de Ryan Reynolds, Paul Giamatti o Samuel L. Jackson, Turbo transita por la emoción de las carreras, lo extraño y sin igual de su planteamiento y la falta de prejuicios que se exige mentalmente para ver una película de estas características. Se leen críticas referentes a las cualidades del guión, de si narrativamente está bien construida o no. Turbo no es más que un buenísimo entretenimiento para su público objetivo. Su target son aquellos niños y niñas que disfrutan con la Fórmula 1, los rallies, que tienen en casa videojuegos de competición.
DreamWorks, desde hace algunos años, no tiene nada que envidiarle a Pixar. Siempre solemos poner que una es muy superior a las demás por su trayectoria. Sin embargo, a veces nos encontramos películas que, aunque tengan su multitud de fallos, nos hacen retroceder hasta nuestra infancia. Aquella en la que mirábamos la cartelera para ver cuál era la siguiente película de “dibujitos” que podíamos ir a ver. Unos tiempos que se han perdido, incluso ahora para los más pequeños.
Turbo nos pone la primera marcha hacia la diversión, sin pretensiones de ningún tipo. Solamente para que seamos testigos de que todos los sueños pueden hacerse realidad. De que el que la sigue, la consigue.

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