[Crítica] Séptimo

4/10

Ricardo Darín consigue salvar cualquier propósito narrativo que se le cruce por delante. Su personaje es el más complejo de la película, el que más sufre, el que más se presta al disfrute del público y el que se lleva el peso de la trama. Y ahí está. Imponente como siempre, sea cual sea la calidad del producto final.
Séptimo arranca muy bien. Amezcua se mueve con soltura por la complicación de rodar en espacios limitados y convierte una escalera de vecinos y el ascensor en el hilo conductor de una trama que, al principio, parece bien planteada. Sin embargo, y a medida que avanza el metraje nos vamos topando con una síntesis de tres películas muy importantes de este género. De La comunidad (Álex de la Iglesia, 2000) encontramos la singularidad de un patio de vecinos del que más vale desconfiar en primera instancia. De Rescate (Ron Howard, 1996) obtenemos ciertos elementos narrativos y recursos de guión mientras que de la reciente Prisioneros (ver crítica en este enlace) nos topamos con la consecuente angustia de un padre al ver que sus hijos han desaparecido de la manera más increíble.
La idea de Séptimo es bien simple. Darín es un abogado, padre de dos hijos, que cada mañana acude a su casa para recogerlos y llevarlos al colegio. Pero una mañana, jugando al típico juego de “yo por las escaleras, tú por el ascensor”, los niños desaparecen sin dejar rastro en su propio bloque. El argumento es digno de las mejores aventuras del maestro del suspense. Sin embargo, es cuando aparece la desaprovechada Belén Rueda, cuando la cosa empieza a enturbiarse.
El papel femenino, una mujer harta de los devaneos de su marido y que quiere a toda costa el divorcio, está a cargo de una de las actrices españolas contemporáneas más reconocidas. Una Belén Rueda que cumple con su papel pero que no destaca en ninguna de las secuencias. Bien es cierto que, sin desvelar nada, su orientación dentro del guión siempre le va a dejar por debajo de Ricardo Darín quien, de manera excepcional, vuelve a resolver el más absoluto desorden como ya sucedió con Tesis sobre un homicidio.
Estamos en la era de los teléfonos móviles. Y en una película de suspense, de la actualidad fundamentalmente, este factor juega un papel muy importante. El elemento tecnológico no me sirve para justificar los fallos de guión. Todo sucede a través del teléfono y eso deshumaniza las tramas. Una auténtica pena por lo que pudo haber sido y no es.

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