[Crítica] Hermosa juventud

¿Se puede desmitificar una idea tan arraigada como la necesaria emigración para conseguir trabajo? Jaime Rosales prueba su teoría sobre la juventud y la salida hacia otros países para intentar ver la luz al final de un túnel que ya se ha convertido en creencia. Hermosa juventud no pretende poner a todos los jóvenes por igual pero su retrato, crudo y desgarrador, plantea las necesidades de un sector de la juventud cuyas ambiciones en la vida están todavía por demostrar. 
Rosales, con su quinta película tras una estela de ejercicios de autor con notable factura y moderado éxito, ha conseguido una trama muy cercana al cine social europeo e incluso con evidentes similitudes con una de las obras clave de los belgas hermanos Dardenne, El niño. A través de la mirada de Ingrid García Jonsson y Juanma Calderón, Jaime Rosales nos entrega un conjunto de fotografías que ilustran la realidad de miles de jóvenes que, o no consiguen trabajo aun buscando con los medios habidos y por haber o se dedican a la vida contemplativa hasta que el grifo de los progenitores opte por cerrarse definitivamente. 
Estos dos protagonistas deciden probar suerte con el mundo del porno para poder ganar algunos euros, un dinero fácil que llega a través del desagradecido ejercicio de la pérdida de la dignidad. Poco tiempo después, y como dice uno de los amigos de la pareja, les sucede algo que debería convertirse en lo más maravilloso que pueda pasar. Sin embargo, para ellos, la llegada de un hijo se convierte en un calvario y el egoísmo comienza a hacer mella. 
En Hermosa juventud, Rosales no dibuja un ejercicio tan sombrío como en otras películas. Nos traza una fina línea entre el vacío de varias vidas enganchadas a los bancos de un parque y el ímpetu por sacar la vida adelante, aun sacrificando factores importantes en una pareja, en una familia. Hermosa juventud plantea la necesidad de huir de España a realizar trabajos que, por definición, pueden lograrse en este mismo país. ¿Hay trabajo si se busca o no hay trabajo porque no hay ganas de encontrarlo? Aquellos que plantean esa cuestión, a lo largo del metraje, lo equiparan a algo casi tan banal como la búsqueda de un novio y son aquellos que renuncian a cualquier jornal por no considerarlo “digno”. 
Tras Las horas del día, La soledad, Tiro en la cabeza y Sueño y silencio, Jaime Rosales prosigue por la estela del cine comprometido con la realidad social de un país aquejado de fuertes síntomas de agotamiento. Cada nueva pieza de este director es una nueva oportunidad para recapacitar, reflexionar e intentar hallar respuesta a tantos porqués que llenan la cotidianeidad. 
Manos a la obra. 

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