[Crítica] Viva la libertà

No estamos seguros de la necesidad de contratar a un hermano gemelo de Rajoy, Wert, Montoro, Merkel, Obama o cualquiera de los nombrados por todo el mundo como dirigentes de sus respectivas naciones. Intuimos que peor no se puede ir pero dicen que más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer. En Viva la libertá, la nueva película de Toni Servillo, se explora en esa posibilidad por la cual, sabiamente, un político decide tomarse un respiro para descansar y dejar reposar la cabeza.
Tampoco es que la película destaque por nada en especial que no sea la interpretación, doble para más inri, de un Servillo en permanente estado de gracia. Su último gran éxito, La gran belleza, le ha elevado a unos altares en los que ya estaba desde hace varias décadas gracias a su incansable trabajo en el teatro. Viva la libertà, dirigida por Roberto Andò, es una experiencia cómica, con algún antecedente filosófico pero que poco más aporta que no sea unos minutos de percepción de otra realidad alternativa en la desgastada política actual.
El hecho de sustituir a un político depresivo por su hermano, de carácter bipolar y con un sentido del humor fino a la par que gran conversador y mejor inteligencia, podría ser algo que resultase simpático a través de la gran pantalla. Muy poca gente sigue creyendo de verdad en aquel que tienen delante. Cuando la política se ha convertido en la mayor mentira de nuestro tiempo, falsos cumplidores de promesas que jamás llegan han pasado a ser los grandes villanos, aquellos a los que hay que perseguir y controlar de manera férrea.
Toni Servillo se desdobla y cuestiona realidades sociales, económicas y culturales que afectan a todo ciudadano de este continente (y de cualquier otro, si se me apura). Su otro yo, el alter ego de Enrico Oliveri, ha decidido dar rienda suelta a una palabra que falla sobremanera en la política actual: inteligencia. Ya no hay propuestas, no hay soluciones. Solo ladrones, cobardes e idiotas. Hace falta una vuelta de tuerca. Si algún día podemos volver a gritar “viva la libertad”, ese será el momento en que las cosas, de una vez por todas, hayan escogido el camino correcto para dejase suceder.

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